viernes, 12 de septiembre de 2008

Artículo 14

El examen correspondiente al Artículo 14
se realizará el 15 de septiembre
a las 20 hs en el aula 204

miércoles, 3 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

ART 14 > NUEVA FECHA

RECUPERATORIO
ARTICULO 14

NUEVA FECHA

LUNES 15 DE SEPTIEMBRE
después de las 17 hs

(horario y aula a confirmar)

Pueden rendir:
1. aquellos.as que desaprobaron un parcial
2. aquellas.os que quieren levantar la nota de un parcial a los fines de la promoción

lunes, 11 de agosto de 2008

miércoles, 6 de agosto de 2008

Recuperatorio artículo 14

Será el
LUNES 8 de septiembre
después de las 17 hs
(horario a confirmar en función de la disponibilidad de aulas)

Pueden rendir:
1. aquellos.as que desaprobaron un parcial
2. aquellas.os que quieren levantar la nota de un parcial a los fines de la promoción

Recuperatorio 2do parcial

será el
MARTES
19 de agosto

de 18 a 20 hs
(aula 201)

firma de libretas

todos y todas aquellos.as que hayan promocionado la materia (con 7 o más de promedio) deben:
1. tirar boleta para la mesa de septiembre
2. venir a la mesa de septiembre con la libreta

los.as que no promocionan, pero quieren que les firmemos la cursada, deben:
1. venir a la mesa de septiembre con la libreta

jueves, 31 de julio de 2008

Notas > 2do Parcial

miércoles, 2 de julio de 2008

Cambios- Bibliografía obligatoria de Feliz para el Segundo Parcial

Féliz (obligatoria con *)
* 42. Shaikh, Anwar (2000), "Inflación y desempleo: una alternativa a la economía neoliberal", en Guerrero, Diego (comp.), Macroeconomía y crisis mundial, Editorial Trotta, pp. 29-46, Madrid. (76/171)
43. Cleaver, Harry (1995), "La subversión del patrón dinero en la crisis actual" en Holloway, John, Bonefeld, Werner, Hirsch, Joachim, Burman, Peter y Cleaver, Harry (ed.) Globalización y Estados-Nación. El monetarismo en la crisis actual, : Ediciones Homo Sapiens / Tierra del Fuego, pp. 27-64, Buenos Aires. (39/171)
* 45. Katz, Claudio (2005), "La inflación del modelo", Realidad Económica, 213, Buenos Aires, Julio-Agosto. ( http://lahaine.org/index.php?blog=3&p=7130)

* 48. Kalecki, Michal (1977), "Capítulo 12: Aspectos políticos de la plena ocupación (1943)", Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalista 1933-1970, Fondo de Cultura Económica, pp. 159-166, Buenos Aires. (25/171)
* 49. Notcheff, Hugo (1999), "Observaciones sobre la relación entre salario y empleo" en Lozano, Claudio (comp.), El Trabajo y la Política en la Argentina a fin de siglo, EUDEBA, Buenos Aires. (29/171)

* 51. Marini, Ruy Mauro (1979), "El ciclo del capital en la economía dependiente" en Oswald, Ursula (coord.), Mercado y dependencia. Nueva Imagen, pp.37-55, México. (81/171) (http://www.marini-escritos.unam.mx/008_%20ciclo_es.htm)
52. Harvey, David (2005), "El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión", Panitch, Leo y Leys, Colin (eds.), El nuevo desafío imperial – Socialist Register 2004, CLACSO, pp. 99-129, Buenos Aires (156/172) ( http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/social/harvey.pdf)
53. Harvey, David (2004), "El 'nuevo' imperialismo. Sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión", Revista Herramienta, 27, Buenos Aires. (
http://www.herramienta.com.ar/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=286
)
54. Basualdo, Eduardo M. (2003), "Las reformas estructurales y el Plan de Convertibilidad durante la década de los noventa. El auge y la crisis de la valorización financiera", Realidad Económica, 200, Buenos Aires. (38/171)
* Kaldor M., Teorías alternativas de la distribución, en Braum O. "Teoría del capital y la distribución”,. Ed. Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1973 (dada por el profesor Chena)

Fecha y Bibliografía del Segundo Parcial de Economía II

Fecha: Lunes 14 de Julio - 19 hs. En el aula de la teoría del Prof. Sbattella

Bibliografía obligatoria para el segundo parcial

Bibliografía teoría:

Sbattella
Aldo Ferrer. La Economía Argentina. 3 y 4 Parte
Basualdo. Sistema Político y Modelo de Acumulación en la Argentina. (1976-2001).
Calcagno. La deuda explicada a todos los que tienen que pagarla.

Féliz
42. Shaikh, Anwar (2000), "Inflación y desempleo: una alternativa a la economía neoliberal", en Guerrero, Diego (comp.), Macroeconomía y crisis mundial, Editorial Trotta, pp. 29-46, Madrid. (76/171)
43. Cleaver, Harry (1995), "La subversión del patrón dinero en la crisis actual" en Holloway, John, Bonefeld, Werner, Hirsch, Joachim, Burman, Peter y Cleaver, Harry (ed.) Globalización y Estados-Nación. El monetarismo en la crisis actual, : Ediciones Homo Sapiens / Tierra del Fuego, pp. 27-64, Buenos Aires. (39/171)
45. Katz, Claudio (2005), "La inflación del modelo", Realidad Económica, 213, Buenos Aires, Julio-Agosto. ( http://lahaine.org/index.php?blog=3&p=7130)

48. Kalecki, Michal (1977), "Capítulo 12: Aspectos políticos de la plena ocupación (1943)", Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalista 1933-1970, Fondo de Cultura Económica, pp. 159-166, Buenos Aires. (25/171)
49. Notcheff, Hugo (1999), "Observaciones sobre la relación entre salario y empleo" en Lozano, Claudio (comp.), El Trabajo y la Política en la Argentina a fin de siglo, EUDEBA, Buenos Aires. (29/171)

51. Marini, Ruy Mauro (1979), "El ciclo del capital en la economía dependiente" en Oswald, Ursula (coord.), Mercado y dependencia. Nueva Imagen, pp.37-55, México. (81/171) (http://www.marini-escritos.unam.mx/008_%20ciclo_es.htm)
52. Harvey, David (2005), "El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión", Panitch, Leo y Leys, Colin (eds.), El nuevo desafío imperial – Socialist Register 2004, CLACSO, pp. 99-129, Buenos Aires (156/172) ( http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/social/harvey.pdf)
53. Harvey, David (2004), "El 'nuevo' imperialismo. Sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión", Revista Herramienta, 27, Buenos Aires. (http://www.herramienta.com.ar/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=286)
54. Basualdo, Eduardo M. (2003), "Las reformas estructurales y el Plan de Convertibilidad durante la década de los noventa. El auge y la crisis de la valorización financiera", Realidad Económica, 200, Buenos Aires. (38/171)

Bibliografía Prácticos

Sector externo
Alfredo García (1998), “Cómo leer la balanza de pagos”, en Realidad Económica 155, IADE (43/171)
Inflación
Ramos, Joseph (1984), “Políticas de estabilización”, en Políticas macroeconómicas. Una perspectiva latinoamericana, René Cortazar Editor. (44/171)
Sunkel, Osvaldo (1958), “La inflación chilena: un enfoque heterodoxo”, El trimestre económico, XXV, 4, México, octubre-diciembre, pp. 570-599. (94/171)
Mercado de trabajo
Neffa, J. C., Panigo, D. y Pérez, P. E. (2000), "7. La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC", en Actividad, empleo y desempleo. Conceptos y definiciones, Asociación Trabajo y Sociedad, CEIL-PIETTE/ CONICET, Capítulo 7, pp. 55-74, Buenos Aires. (93/171
Stop and Go
Diamand Marcelo (1972), “La estructura productiva desequilibrada Argentina y el tipo de cambio”, Desarrollo Económico Vol. 12 Nº 45. (72/171)
IDH
Informe Argentino sobre Desarrollo Humano 1995. Introducción, Capítulo 3 y anexo estadístico.
http://www.desarrollohumano.org.ar/IDHArgentina/95_arg/95_arg.html

jueves, 19 de junio de 2008

Primera etapa de Historia Económica Argentina

Modelo de Industrialización por sustitución de importaciones (1930-1955)

Consigna:

- ¿Cuáles son los factores externos e internos que provocan el fin del Modelo Agro-exportador?

- ¿En qué consiste el Modelo de Industrialización por sustitución de importaciones?

- ¿Qué diferencias existen entre los dos subperíodos: 1930-1945 y 1946-1955?

- ¿Cuál fue la situación para la clase obrera en los dos subperíodos?

- ¿Qué similitudes y diferencias podría señalar entre el período del primer gobierno peronista y el actual?


Bibliografía Obligatoria:

- Mónica Peralta Ramos, La Economía Política Argentina: Poder y Clases Sociales (1930-2006). Cap. I

Bibliografía Optativa:

- Ferrer, Aldo. La economía Argentina. Desde sus orígenes hasta principios del siglo XXI, Fondo de Cultura Económica. Cuarta Parte- La economía semi-industrial depediente.

- Rapoport, Mario. Historia Económica, Política y social de la Argentina (1880-2003)- Cap. III

martes, 17 de junio de 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

Notas > 1er Parcial 2008

RECUPERARIO: MARTES 3 DE JUNIO 17 HS, AULA 105

NOTAS, PRIMER PARCIAL, 2008

martes, 20 de mayo de 2008

La guerra de la triple alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente, por Eduardo Galeano

Las venas abiertas de América Latina

El hombre viajaba a mi lado, silencioso. Su perfil, nariz afilada, altos pómulos, se recortaba contra la fuerte luz del mediodía. Ibamos rumbo a Asunción, desde la frontera del sur, en un ómnibus para veinte personas que contenía, no sé cómo, cincuenta. Al cabo de unos horas, hicimos un alto. Nos sentamos en un patio abierto, a la sombra de un árbol de hojas carnosas. A nuestros ojos, se abría el brillo enceguecedor de la vasta, despoblada, intacta tierra roja: de horizonte a horizonte, nada perturba la transparencia del aire en Paraguay. Fumamos. Mi compañero, campesino de habla guaraní, enhebró algunas palabras tristes en castellano. «Los paraguayos somos pobres y pocos», me dijo. Me explicó que había bajado a Encarnación a buscar trabajo pero no había encontrado. Apenas si había podido reunir unos pesos para el pasaje de vuelta. Años atrás, de muchacho, había tentado fortuna en Buenos Aires y en el sur de Brasil. Ahora venía la cosecha del algodón y muchos braceros paraguayos marchaban, como todos los años, rumbo a tierras argentinas. «Pero yo ya tengo sesenta y tres años. Mi corazón ya no soporta las demasiadas gentes.»

Suman medio millón los paraguayos que han abandonado la patria, definitivamente, en los últimos veinte años. La miseria empuja al éxodo a los habitantes del país que era, hasta hace un siglo, el más avamzado de América del Sur. Paraguay tiene ahora una población que apenas duplica a la que por entonces tenía y es, con Bolivia, uno de los dos países sudamericanos más pobres y atrasados. Los paraguayos sufren la herencia de una guerra de exterminio que se incorporó a la historia de América Latina como su capítulo más infame. Se llamó la Guerra de la Triple Alianza. Brasil, Argentina y Uruguay tuvieron a su cargo el genocidio. No dejaron piedra sobre piedra ni habitantes varones entre los escombros. Aunque Inglaterra no participó directamente en la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros y sus industriales quienes resultaron beneficiados con el crimen de Paraguay. La invasión fue financiada, de principio a fin, por el Banco de Londres, la casa Baring Brothers y la banca Rothschild, en empréstitos con, intereses leoninos que hipotecaron la suerte de los países vencedores".

Hasta su destrucción, Paraguay se erguía como una excepción en América Latina: la única nación que el capital extranjero no había deformado. El largo gobierno de mano de hierro del dictador Gaspar Rodríguez de Francia (1814–1840) había incubado, en la matriz del aislamiento, un desarrollo económico autónomo y sostenido. El Estado, omnipotente, paternalista, ocupaba el lugar de una burguesía nacional que no existía, en la tarea de organizar la nación y orientar sus recursos y su destino. Francia se había apoyado en las masas campesinas para aplastar la oligarquía paraguaya y había, conquistado la paz interior tendiendo un estricto cordón sanitario frente a los restantes países del antiguo virreinato del Río de la Plata. Las expropiaciones, los destierros, las prisiones, las persecuciones y las multas no habían servido de instrumentos para la consolidación del dominio interno de los terratenientes y los comerciantes sino que, por el contrario, habían sido utilizados para su destrucción. No existían, ni nacerían más tarde, las libertades políticas y el derecho de oposición, pero en aquella etapa histórica sólo los nostálgicos de los privilegios perdidos sufrían la falta de democracia. No había grandes fortunas privadas cuando Francia murió, y Paraguay era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones; los viajeros de la época encontraban allí un oasis de tranquilidad en medio de las demás comarcas convulsionadas por las guerras continuas. El agente norteamericano Hopkins informaba en 1845 a su gobierno que en Paraguay «no hay niño que no sepa leer y escribir...» Era también el único país que no vivía con la mirada clavada al otro lado del mar. El comercio exterior no constituía el eje de la vida nacional; la doctrina liberal, expresión ideológica de la articulación mundial de los mercados, carecía de respuestas para los desafíos que Paraguay, obligado a crecer hacia dentro por su aislamiento mediterráneo, se estaba planteando desde principios de siglo. El exterminio de la oligarquía hizo posible la concentración de los resortes económicos fundamentales en manos del Estado, para llevar adelante esta política autárquica de desarrollo dentro de fronteras.

Los posteriores gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano continuaron y vitalizaron la tarea. La economía estaba en pleno crecimiento. Cuando los invasores aparecieron en el horizonte, en 1865, Paraguay contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora. Doscientos técnicos extranjeros, muy bien pagados por el Estado, prestaban su colaboración decisiva. Desde 1850, la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y balas de todos los calibres; en el arsenal de Asunción se producían cañones de bronce, obuses y balas. La siderurgia nacional, como todas las demás actividades económicas esenciales, estaba en manos del Estado. El país contaba con una flota mercante nacional, y habían sido construidos en el astillero de Asunción varios de los buques que ostentaban el pabellón paraguayo a lo largo del Paraná o a través del Atlántico y el Mediterráneo. El Estado virtualmente monopolizaba el comercio exterior: la yerba y el tabaco abastecían el consumo del sur del continente; las maderas valiosas se exportaban a Europa. La balanza comercial arrojaba un fuerte superávit. Paraguay tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al capital extranjero. El país no debía ni un centavo al exterior, pese a lo cual estaba en condiciones de mantener el mejor ejército de América del Sur, contratar técnicos ingleses que se ponían al servicio del país en lugar de poner al país a su servicio, y enviar a Europa a unos cuantos jóvenes universitarios paraguayos para perfeccionar sus estudios. El excedente económico generado por la producción agrícola no se derrochaba en el lujo estéril de una oligarquía inexistente, ni iba a parar a los bolsillos de los intermediarios, ni a las manos brujas de los prestamistas, ni al rubro ganancias que el Imperio británico nutría con los servicios de fletes y seguros. La esponja imperialista no absorbía la riqueza que el país producía. El 98 por ciento del territorio paraguayo era de propiedad pública: el Estado cedía a los campesinos la explotación de las parcelas a cambio de la obligación de poblarlas y cultivarlas en forma permanente y sin el derecho de venderlas. Había, además, sesenta y cuatro estancias de la patria, haciendas que el Estado administraba directamente. Las obras de riego, represas y canales, y los nuevos puentes y caminos contribuían en grado importante a la elevación de la productividad agrícola. Se rescató la tradición indígena de las dos cosechas anuales, que había sido abandonada por los conquistadores. El aliento vivo de las tradiciones jesuitas facilitaba, sin duda, todo este proceso creador.

El Estado paraguayo practicaba un celoso proteccionismo, muy reforzado en 1864, sobre la industria nacional y el mercado interno; los ríos interiores no estaban abiertos a las naves británicas que bombardeaban con manufacturas de Manchester y de Liverpool a todo el resto de América Latina. El comercio inglés no disimulaba su inquietud, no sólo porque resultaba invulnerable aquel último foco de resistencia nacional en el corazón del continente, sino también, y sobre todo, por la fuerza de ejemplo que la experiencia paraguaya irradiaba peligrosamente hacia los vecinos. El país más progresista de América Latina construía su futuro sin inversiones extranjeras, sin empréstitos de la banca inglesa y sin las bendiciones del comercio libre.

Pero a medida que Paraguay iba avanzando en este proceso, se hacía más aguda su necesidad de romper la reclusión. El desarrollo industrial requería contactos más intensos y directos con el mercado internacional y las fuentes de la técnica avanzada. Paraguay estaba objetivamente bloqueado entre Argentina y Brasil, y ambos países podían negar el oxígeno a sus pulmones cerrándole, como lo hicieron Rivadavia y Rosas, las bocas de los ríos, o fijando impuestos arbitrarios al tránsito de sus mercancías. Para sus vecinos, por otra parte, era una imprescindible condición, a los fines de la consolidación del estado olígárquico, terminar con el escándalo de aquel país que se bastaba a sí mismo y no quería arrodillarse ante los mercaderes británicos.

El ministro inglés en Buenos Aires, Edward Thornton; participó considerablemente en los preparativos de la guerra. En vísperas del estallido, tomaba parte, como asesor del gobierno, en las reuniones del gabinete argentino, sentándose al lado del presidente Bartolomé Mitre. Ante su atenta mirada se urdió la trama de provocaciones y de engaños que culminó con el acuerdo argentino–brasileño y selló la suerte de Paraguay. Venancio Flores invadió Uruguay, en ancas de la intervención de los dos grandes vecinos, y estableció en Montevideo, después de la matanza de Paysandú, su gobierno adicto a Río de Janeiro y Buenos Aires. La Triple Alianza estaba en funcionamiento. El presidente paraguayo Solano López había amenazado con la guerra si asaltaban Uruguay: sabía que así se estaba cerrando la tenaza de hierro en torno a la garganta de su país acorralado por la geografía y los enemigos. El historiador liberal Efraím Cardozo no tiene inconveniente en sostener, sin embargo, que López se plantó frente a Brasil simplemente porque estaba ofendido: el emperador le había negado la mano de una de sus hijas. La guerra había nacido. Pero era obra de Mercurio, no de Cupido.

La prensa de Buenos Aires llamaba «Atila de América» al presidente paraguayo López: «Hay que matarlo como a un reptil», clamaban los editoriales. En septiembre de 1864, Thornton envió a Londres un extenso informe confidencial, fechado en Asunción. Describía a Paraguay como Dante al infierno, pero ponía el acento donde correspondía: «Los derechos de importación sobre casi todos los artículos son del 20 o 25 por ciento ad valorem; pero como este valor se calcula sobre el precio corriente de los artículos, el derecho que se paga alcanza frecuentemente del 40 al 45 por ciento del precio de factura. Los derechos de exportación son del 10 al 20 por ciento sobre el valor...» En abril de 1865, el Standard, diario inglés de Buenos Aires, celebraba ya la declaración de guerra de Argentina contra Paraguay, cuyo presidente «ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas», y anunciaba que la espada del presidente argentino Mitre «llevará en su victoriosa carrera, además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la opinión pública en una causa justa». El tratado con Brasil y Uruguay se firmó el 10 de mayo de 1865; sus términos draconianos fueron dados a la publicidad un año más tarde, en el diario británico The Times, que lo obtuvo de los banqueros acreedores de Argentina y Brasil. Los futuros vencedores se repartían anticipadamente, en el tratado, los despojos del vencido. Argentina se aseguraba todo el territorio de Misiones y el inmenso Chaco; Brasil devoraba una extensión inmensa hacia el oeste de sus fronteras. A Uruguay, gobernado por un títere de ambas potencias, no le tocaba nada. Mitre anunció que tomaría Asunción en tres meses. Pero la guerra duró cinco años. Fue una carnicería, ejecutada todo a lo largo de los fortines que defendían, tramo a tramo, el río Paraguay. El «oprobioso tirano» Francisco Solano López encarnó heroicamente la voluntad nacional de sobrevivir; el pueblo paraguayo, que no sufría la guerra desde hacía medio siglo, se inmoló a su lado. Hombres, mujeres, niños y viejos: todos se batieron como leones. Los prisioneros heridos se arrancaban las vendas para que no los obligaran a pelear contra sus hermanos. En 1870, López, a la cabeza de un ejército de espectros, ancianos y niños que se ponían barbas postizas para impresionar desde lejos, se internó en la selva. Las tropas invasoras asaltaron los escombros de Asunción con el cuchillo entre los dientes. Cuando finalmente el presidente paraguayo fue asesinado a bala y a lanza en la espesura del cerro Corá, alcanzó a decir: «¡Muero con mi patria!», y era verdad. Paraguay moría con él. Antes, López había hecho fusilar a su hermano y a un obispo, que con él marchaban en aquella caravana de la muerte. Los invasores venían para redimir al pueblo paraguayo: lo exterminaron.

Paraguay tenía, al comienzo de la guerra, poco menos población que Argentina. Sólo doscientos cincuenta mil paraguayos, menos de la sexta parte, sobrevivían en 1870. Era el triunfo de la civilización. Los vencedores, arruinados por el altísimo costo del crimen, quedaban en manos de los banqueros ingleses que habían financiado la aventura. El imperio esclavista de Pedro II, cuyas tropas se nutrían de esclavos y presos, ganó, no obstante, territorios, más de sesenta mil kilómetros cuadrados, y también mano de obra, porque muchos prisioneros paraguayos marcharon a trabajar en los cafetales paulistas con la marca de hierro de la esclavitud. La Argentina del presidente Mitre, que había aplastado a sus propios caudillos federales, se quedó con noventa y cuatro mil kilómetros cuadrados de tierra paraguaya y otros frutos del botín, según el propio Mitre había anunciado cuando escribió: «Los prisioneros y demás artículos de guerra nos los dividiremos en la forma convenida». Uruguay, donde ya los herederos de Artigas habían sido muertos o derrotados y la oligarquía mandaba, participó de la guerra como socio menor y sin recompensas. Algunos de los soldados uruguayos enviados a la campaña del Paraguay habían subido a los buques con las manos atadas. Los tres países sufrieron una bancarrota financiera que agudizó su dependencia frente a Inglaterra. La matanza de Paraguay los signó para siempre.

Brasil había cumplido con la función que el Imperio británico le había adjudicado desde los tiempos en que los ingleses trasladaron el trono portugués a Río de Janeiro. A principios del siglo XIX, habían sido claras las instrucciones de Canníng al embajador, Lord Strangford: «Hacer del Brasil un emporio para las manufacturas británicas destinadas al consumo de toda la América del Sur». Poco antes de lanzarse a la guerra, el presidente de Argentina había inaugurado una nueva línea de ferrocarriles británicos en su país, y había pronunciado un inflamado discurso: «¿Cuál es la fuerza que impulsa este progreso? Señores: ¡es el capital inglés!». Del Paraguay derrotado no sólo desapareció la población: también las tarifas aduaneras. los hornos de fundición, los ríos clausurados al libre comercio, la independencia económica v vastas zonas de su territorio. Los vencedores implantaron, dentro de las fronteras reducidas por el despojo, el librecambio y el latifundio. Todo fue saqueado y todo fue vendido: las tierras y los bosques, las minas, los yerbales, los edificios de las escuelas. Sucesivos gobiernos títeres serían instalados, en Asunción, por las fuerzas extranjeras de ocupación. No bien terminó la guerra, sobre las ruinas todavía humeantes de Paraguay cayó el primer empréstito extranjero de su historia. Era británico, por supuesto. Su valor nominal alcanzaba el millón de libras esterlinas, pero a Paraguay llegó bastante menos de la mitad; en los años siguientes, las refinanciaciones elevaron la deuda a más de tres millones. La Guerra del Opio había terminado, en 1842, cuando se firmó en Nanking el tratado de libre comercio que aseguró a los comerciantes británicos el derecho de introducir libremente la droga en el territorio chino. También la libertad de comercio fue garantizada por Paraguay después de la derrota. Se abandonaron los cultivos de algodón, y Manchester arruinó la producción textil; la industria nacional no resucitó nunca.(...)

La triple Alianza sigue siendo todo un éxito.

Los hornos de la fundación de Ibycuí, donde se forjaron los cañones que defendieron a la patria invadida, se erguían en un paraje que ahora se llama Mina-cué -que en guaraní significa Fue mina. Allí, entre pantanos y manquitos, junto a los restos de un muro derruido, yace todavía la bese de la chimenea que los invasores volaron, hace un siglo, con dinamita, y pueden verse los pedazos de hierro podrido de las instalaciones deshechas. Viven, en la zona, unos, pocos campesinos en harapos, que ni siquiera saben cuál fue la guerra que destruyó todo eso. Sin embargo, ellos dicen que en ciertas noches se escuchan, allí, voces de máquina y truenos de martillos, estampidos de cañones y alaridos de soldados.

sábado, 10 de mayo de 2008

Nivel de desarrollo y dinámicas de la economía regional


Resumen de la teoría regulacionista del teórico de regiones del Prof. Sbattella


8. Regionalización
Ya se han adelantado que una de las principales estrategias para hacer frente a la lógica de la globalización consiste en la constitución de bloques regionales entre países periféricos.
En este apartado se analizarán los diferentes niveles de integración posibles, sus características, ventajas, costos, etcétera. Luego, será comentado el caso de Mercosur como una expresión de esta modalidad regional, y el proyecto que se le opone por nuestros días: ALCA.
Pero antes de entrar de lleno en el análisis del regionalismo, es conveniente ahondar en las principales consideraciones teóricas sobre la significación de la gestión regional en una estrategia de desarrollo.

8.1. Consideraciones teóricas del regionalismo[1]
La importancia del análisis regional
Luego de haber analizado las características del capitalismo global, será necesario referirse al análisis de las regiones económicas.
La manera de gestionar la inserción y el desempeño económico en una economía que “se globaliza” puede ser abordada de diversas maneras, de acuerdo a la concepción que se tenga sobre el crecimiento económico y la dinámica de los espacios regionales. Tal perspectiva depende de teorías macroeconómicas más amplias, de cuyos supuestos derivan diversos modelos.
Las diferentes caracterizaciones y dinámicas atribuidas al desempeño económico regional supondrán a su vez diferentes tipos de gestiones, consideradas en cada caso como las más apropiadas para favorecer su óptimo rendimiento. Por lo tanto, la importancia de exponer las distintas perspectivas teóricas acerca del espacio regional se vincula con el crucial papel que tienen los modelos para la planificación y configuración del futuro. De este modo, la dimensión teórica adquiere una relevancia práctica, efectiva, al vincularse a la posible eficacia de la toma de decisiones macroeconómicas.
A continuación se expone, en base al trabajo de Hernández (1996), la manera en que las principales teorías económicas derivan en modelos sobre el espacio regional, comentando sus principales implicaciones y tipos de gestión que se derivan de sus premisas.

Modelo de origen Neoclásico: Modelo de Solow
Este modelo se apoya en los supuestos del modelo neoclásico:
- Competencia perfecta: sin la interferencia de mecanismos ajenos al mercado.
- Rendimientos constantes a escala: Implica que los costos de producción son los mismos siempre, sin importar el tamaño de la unidad productiva
- Economía descentralizada
- Equilibrio general walrasiano: Pleno uso de la capacidad productiva: todos los mercados están en equilibrio y no hay recursos (capital, trabajo, tierra) ociosos. Es decir que el mercado de trabajo también está en equilibrio y pleno empleo.
- Ausencia de progreso técnico: su efecto sobre el precio, la oferta y la demanda se neutraliza con el operar libre de los mecanismos de mercado.
- Múltiples operantes (sin monopolios ni oligopolios que dominen el mercado): nadie decide los precios ni tiene influencia sobre el mercado. El entrar o salir de los operadores (considerados individualmente) no influye en el precio ni en la cantidad ofrecida.

Desde el punto de vista del crecimiento regional se incorporan al modelo de Solow dos supuestos:
-Igual función de producción para todas las regiones
-Libre movilidad de los factores de la producción (Capital, trabajo, insumos)

Bajo estas condiciones, según el modelo neoliberal las regiones tienden a homogeneizarse en su ritmo de crecimiento, al equilibrarse “automáticamente” cualquier asimetría por los mismos mecanismos del mercado. Así, se homogeniza la intensidad de capital, el nivel de salarios y la distribución del factor trabajo. La movilidad de los factores va compensando en forma autónoma los desequilibrios distributivos.
Cuando en una región se produce un aumento en la intensidad del capital (K), disminuye su productividad marginal, mientras aumenta en los lugares que quedan rezagados. Por lo tanto, aumentan las ventajas de dirigir el capital hacia las regiones antes menos atendidas, por el contraste entre la productividad marginal que puede lograrse en cada una.
A su vez, el factor trabajo se comporta en forma similar. La mayor cantidad de capital en una región genera una diferencia entre los salarios de dicho lugar y los de las regiones rezagadas, que son mucho más bajos. Esto supone que sea ventajoso para el factor trabajo dirigirse hacia las zonas de mayores salarios, presionando, con este aumento de oferta, a la baja del mismo. Pero además, que sea ventajoso para el capital dirigirse a aquellas zonas de menor crecimiento, donde el factor trabajo es más barato.
Para comprender mejor el proceso, imaginemos una situación de desequilibrio regional. La concentración de capital en una de las regiones determina disímiles ritmos de crecimiento, y en consecuencia, circunstancias bien diferentes. Donde se concentra el capital, la región tiene un mayor ritmo de crecimiento y los salarios son más altos, por la mayor demanda de factor trabajo. Mientras, en la región que recibe menos capital, el ritmo de crecimiento es menor, y los salarios mucho más bajos (ya que la oferta de trabajo es menor).
Pero, según los neoclásicos, este desequilibrio no durara mucho tiempo: la mayor intensidad de capital en la primera región hace que se reduzca la productividad marginal del mismo, mientras ocurre lo contrario en la región rezagada. De este modo, se vuelve mucho más ventajoso para el capital dirigirse a las regiones hasta ese momento menos beneficiadas por el capital, que además, tienen la ventaja de salarios mucho más bajos.
A su vez, el factor trabajo se dirige a aquellas regiones donde los salarios son más altos, presionando a la baja de los mismos. Pero la concentración de población se revertirá cuando la región ahora despoblada reciba capital y suban en ella las oportunidades de conseguir trabajo, y los salarios. Como conclusión de todo el proceso, el ritmo de crecimiento se reduce en la región central y se incrementa en la rezagada.
De este modo, ante la aparición de un desarrollo divergente entre regiones, la movilidad del capital y del factor trabajo hacen que se produzca una igualación tanto en los salarios y la oferta de trabajo, como en el ritmo de crecimiento. Por lo tanto, según este enfoque, se producirá una tendencia a la igualación de los ingresos personales que favorece el proceso de convergencia entre las naciones pobres y ricas.
Dado que el equilibrio será natural, y el mercado es el óptimo asignador de recursos, la mejor gestión de la región consiste precisamente en eliminar toda distorsión a los mecanismos del libre mercado.
Pero la defensa del libre comercio viene acompañada por otra recomendación de parte de la escuela neoclásica: la especialización productiva.
Según la teoría ricardiana de las ventajas comparativas, en todos los países hay algún bien en el que puede sacarse mayor provecho a la capacidad productiva existente. Es decir, alguno que es más ventajoso que el resto en términos comparativos, con las demás economías[2]. Así, si se especializa en la producción de ese bien en lugar de producir los demás bienes simultáneamente, le saca el máximo provecho a su capacidad productiva. Luego, cada economía ofrece estos productos el mercado mundial. El resultado esperado es una mayor eficiencia de la economía en términos mundiales, y el máximo provecho para cada economía nacional (o regional).
De este modo, la teoría clásica promueve el libre comercio y la especialización como recomendación central.

Los modelos neoclásicos son ahistóricos y atemporales, reduciendo el análisis del espacio a un punto, es decir, a regiones homogéneas[3]. Pero además, Este modelo cae por la inverosimilitud de sus premisas:
En primer lugar, los términos de intercambio han supuesto, sobre todo en ciertas coyunturas históricas, una posición desventajosa para los bienes de tipo primario. Los precios no han sido nunca fijados por relaciones libres y simétricas, sino que, muy por el contrario, hay claras relaciones de fuerza operando desde los primeros días del capitalismo a favor de unos y detrimento de otros. Por tanto, el supuesto de competencia perfecta no se cumple. Como tampoco el de libre movilidad de factores productivos (el caso más claro es el del factor trabajo).
Por otra parte, los desarrollos tecnológicos diferenciales dan una mayor proporción de ventajas sobre cantidades de bienes cada vez mayores[4]. Ese desarrollo tecnológico no se produce, claro está, con la misma intensidad en todas las partes del globo. Los países que quedan encerrados en la producción de pocos productos y no disponen de medios para autoabastecerse, quedan mucho más expuestos y vulnerables a las oscilaciones del mercado internacional, y más dependientes en las relaciones de fuerza que operan en él.
Este modelo de crecimiento equilibrado y estable discrepa con el de corte keynesiano y con los actuales aportes de las teorías del crecimiento endógeno. En estos casos surgen procesos inestables, de equilibrios múltiples, subóptimos, al tiempo que afirman la no convergencia entre los ingresos de las regiones pobres y ricas.

Modelo de origen keynesiano: Harrod-Domar
La teoría Keynesiana pone especial énfasis en la importancia de la demanda efectiva.
Una vez que la producción está en el mercado, no es “realizada” hasta que no sea efectivamente vendida. Por eso, es de la capacidad de compra (demanda efectiva), que depende la realización del producto. La capacidad de compra de la población es un factor fundamental en la determinación de las crisis de sobreproducción[5]. Cuando estas ocurren, el precio deja de ser un mecanismo adecuado para equilibrar oferta y demanda, no pudiendo ésta absorber la primera[6]. Es decir, es debido a la insuficiencia de la demanda efectiva que gran parte del producto queda sin realizarse.
Para esta teoría debe distinguirse la “capacidad productiva potencial” de la “producción efectiva”. Cuando la demanda no pude absorber toda la oferta que potencialmente podría producirse, el ajuste en este caso no es una baja del precio, sino la reducción de la producción, o el estancamiento de su proceso expansivo. Por tanto, es posible que, ante la rigidez de la demanda efectiva, la capacidad productiva potencial no sea utilizada en su plenitud. En este sentido, la demanda efectiva es el principal determinante de la expansión o contracción de la oferta, y por consiguiente, del uso más o menos pleno de la capacidad productiva. Y es su rigidez la que explica la existencia de una capacidad ociosa. Por lo tanto, este enfoque permite concebir una economía en equilibrio[7] que no utiliza toda la capacidad productiva.
Por otra parte, al imponer límites a la expansión de la oferta, y por tanto del uso de la capacidad productiva, la rigidez de la demanda supone a su vez un tope a la demanda de trabajo. El desempleo que se origina no depende de lo que ocurre en el mercado de trabajo, sino que está en función de lo que ocurre en el mercado de bienes y servicios. Es decir que puede existir un desempleo que no se ajusta por la baja de su precio (el salario), ya que no depende de lo que ocurre en el mercado de trabajo, sino, en ultima instancia, de la demanda efectiva. Por lo tanto, este enfoque también permite concebir un equilibrio, sin pleno empleo.
La cuestión clave en esta teoría es que la demanda efectiva no es una variable absolutamente flexible, que responde ágilmente a los ajustes del mercado por medio de la suba o baja de precios. En realidad depende de los recursos que dispone la población consumidora, y de la manera en que están distribuidos.

En cuanto a la comprensión de las regiones, la teoría describe la influencia de las fuerzas del mercado en la generación de un proceso desequilibrante que profundiza las diferencias regionales.
Esta teoría sostiene que se producen procesos de crecimiento divergentes, y existe una tendencia a la polarización regional. Según ella, si la tasa de crecimiento del producto de cierta región es mayor que la de otras regiones, la discrepancia en el ritmo de crecimiento se incrementara en el tiempo, en especial si no hay libertad de movimiento para los factores de producción. Esto ocurre porque esa tasa de crecimiento tiene un efecto directo sobre la demanda efectiva. Así, su efecto estimulante permite la expansión de la capacidad productiva, que a su vez, al incluir mayor uso de la fuerza de trabajo, seguirá expandiendo esa demanda efectiva. Pero en cambio, un crecimiento menor, con una inversión menor, implica menor estímulo a la demanda efectiva. Así, el efecto multiplicador del crecimiento irá ampliando la brecha entre las regiones con esa discrepancia inicial. En lugar de homogenizarse las condiciones de ambas regiones por la acción de los mecanismos del mercado, son éstos los que irán acentuando la polarización entre las mismas.
De este modo, a partir de las ventajas relativas de localización se desarrollan áreas de crecimiento, que inducen al trabajo y al capital a concentrarse en ellas, y aparecen polos de desarrollo regional desigual. Es por ello que se requieren políticas y estrategias económicas regionales para reducir las diferencias regionales. Por tanto, es relevante la política regional (pública) para poder modificar la situación desigual.

Teoría de la base de exportación. Modelos de Mydral-Kaldor-Verdoorn
Cuando el crecimiento se basa principalmente en la exportación[8], es el incremento del PBI regional el que estimula la actividad de los sectores especializados en esa producción. El desarrollo de la región estará en ese caso determinado por el nivel de integración de tales actividades exportadoras al resto de la economía local[9]. Es por eso que Kaldor entiende que la explicación del desarrollo económico basado en los recursos naturales es insuficiente. Si bien estos inducen en principio la localización de las actividades económicas, no siempre motorizan en desarrollo. Es conocido el caso de una carencia de recursos naturales acompañado de una fuerte producción industrial basada en dichos recursos. Así como también es conocido el caso de actividades de enclave que implican la transformación de amplios recursos destinados al mercado externo y no contribuyen, por tanto, a la integración del proceso productivo interno regional.
Por su parte, el éxito del desempeño de la base de exportación estará condicionado por factores externos, ya que la demanda efectiva de la que depende es externa. Implícitamente se plantea el problema de la realización del producto y en ello juega un rol central la demanda de exportaciones.
Aquí la apertura del comercio exterior depende de factores endógenos y exógenos:
- La eficiencia del mecanismo endógeno se basa en la eficiencia salarial y la productividad regional. Por lo tanto, tiene que ver con la “eficiencia relativa interna al sistema económico” de una región respecto de las otras. Esto no es otra cosa que la productividad social del trabajo de la región, que depende de la calidad y capacidad técnica de la población, de la tecnología, de la infraestructura social, y de la calidad institucional. Todo esto es importante porque determina la capacidad de la economía regional para insertarse en el mercado externo, es decir, determina la eficiencia y competitividad de la economía.
- Por su parte, el mecanismo exógeno consiste en la política de exportaciones tendiente a fortalecer el multiplicador regional de la base de exportación. Es decir, se vincula con procesos externos a la región, vinculados a la demanda de sus exportaciones.

Modelo de origen estructuralista
El estructuralismo se opone a la teoría de la libre circulación con la teoría del intercambio desigual.
Esa teoría sostiene que por más que haya intercambio “libre”, basado en los precios internacionales, si hay salarios diferentes entre los países centrales y periféricos, con el mero intercambio se produce ya la apropiación del valor de aquel producto que tiene más valor trabajo. El intercambio desigual en relación al valor trabajo implica esa apropiación, aunque se oculte en la supuesta justicia de “precio internacional”.
En suma, si hay salarios desiguales se reproduce el intercambio desigual. El ideal sería un salario igual de intercambio, pero la lógica centro periferia reproduce el salario desigual.
Los estructuralistas reconocen la polarización centro-periferia[10]. Pero señalan no sólo su reproducción global, sino también nacional (o sea, una fragmentación centro-periferia del territorio en cada país). Es decir que admiten además la existencia de regiones polares[11].
Una vez más, los desequilibrios regionales son posibles. Pero los polos de desarrollo se generan no sólo a nivel mundial, sino hacia dentro de cada macro región. En Argentina, por ejemplo, el centro es la pampa húmeda y el resto de las regiones son periferia.
Ocurre que dentro de las periferias, a diferencia de lo que pasa en los países del primer mundo, son proporcionalmente mucho mayores las periferias que las regiones centrales. Por tanto, en los países periféricos la polarización regional se caracteriza por un alto grado de concentración del desarrollo económico en ciertas regiones, en coincidencia con bajos salarios en las mismas, que atraen la migración interna y deterioran los salarios con su presión sobre la oferta. Así, el efecto de compensación salarial entre centros y periferias no logra trascender las fronteras nacionales, debido a la inexistencia de movilidad libre del factor trabajo. Y en consecuencia, el deterioro salarial sólo alcanza los centros de las periferias.
La explicación del diferente salario de intercambio puede encontrarse entonces en el contraste entre una libre movilidad del factor trabajo dentro de las fronteras nacionales, y su rigidez a nivel internacional.
Las migraciones hacia el centro llevan a un deterioro creciente de los salarios de la periferia. En cambio en los centros, la presión que sus propias periferias ejercen sobre el salario de las zonas más dinámicas, es mucho menor por la dimensión relativa mucho más reducida de las mimas. Como consecuencia, el impacto sobre el salario es también menor, siendo por ello posibles niveles salariales mucho más altos que en los países periféricos.
Cuando países de centro y de periferia intercambian sus bienes “libremente”, las periferias pagan ese plus salarial al compra los bienes de los países centrales, mientras que los centros se apropian de la diferencia que no se paga al trabajo en las periferias, y permite bienes “con menor costo de producción”. La inexistencia de movilidad del factor trabajo es lo que permite la reproducción de esa asimetría.
Frente a este escenario, reconociendo la existencia de diferencias regionales internas, pero también en el orden mundial, la gestión de la región y su inserción en el mundo no pueden quedar a merced del mercado, que claramente no la ayudará a superar sus desventajas. Por tanto, la política regional no sólo es recomendada, sino que se trata de una clave fundamental para los países subdesarrollados, en desventaja y perdedores certeros en un escenario “libre de trabas” para que el mercado acentúe las polarizaciones ya definidas en nuestros días.
[1] Este apartado se basa principalmente en el trabajo de Hernández Ruby (1996). Para ampliar, en esa obra podrán encontrarse diversos indicadores para la caracterización socioeconómica de regiones.
[2] Un país es más eficiente en la producción de un producto: le cuesta menos producirlo que demandarlo, porque, debido a su infraestructura, sus recursos o el desarrollo tecnológico de sus fuerzas productivas, requiere menos horas de trabajo para elaborarlo, es decir, le es más barato el costo de producción que en otra economía gracias a la mayor productividad que reporta en ese rubro.
[3] Región Homogénea: Se determina de acuerdo a la uniformidad de características geográficas, económico sociales y político institucionales. El criterio de homogeneidad reduce el espacio a un punto. De esta forma, los problemas de espacio y d distancia dentro de la región carecen de significación. Así surgen limitaciones hacia adentro al reducirse las posibilidades de análisis espacial. El sistema puntual que prevalece en este tipo de región supone la invariancia de los parámetros del sistema macroeconómica regional.
[4] Esto supone una ventaja para las economías capaces de montar unidades productivas de escala, que requieren grandes inversiones de capital, mucho más factibles de ser realizadas en los países centrales.
[5] Una crisis de superproducción es el desequilibrio persistente entre oferta y demanda de bienes, en que el exceso de oferta lleva a la acumulación de stocks que no pueden ser vendidos.
[6] Es que en esos casos la rigidez de la demanda es tal que la expansión de la oferta supone que para equilibrarse oferta y demanda seria necesario bajar los precios por debajo de los costos de producción. En consecuencia es más rentable para el productor buscar adecuarse a la demanda no bajando los precios, sino disminuyendo la producción.
[7] Equilibrio entendido como una correspondencia entre la oferta y la demanda de bienes. O sea, todo lo producido llega a realizarse, y no hay superproducción.
[8] Se considera aquí a la exportación en sentido regional. Es decir, la venta a otras regiones, sin que se traspase necesariamente las fronteras del Estado Nación.
[9] Cuanto más integradas estén mayor será su repercusión sobre la demanda efectiva, ya que los beneficios del crecimiento se traducirán en una ampliación de la capacidad de compra de la población. Pero cuando estas actividades son enclaves que inciden poco en el resto de la economía regional, las repercusiones de la actividad exportadora sobre el desarrollo del resto de la economía regional pueden ser muy poco relevantes.
[10] Teoría del Centro Periferia: Se identifica al centro con una región compuesta por un pequeño número de grandes ciudades y sus áreas de influencia que constituyen el motor de un intenso desarrollo económico y social. Ese desarrollo se sostiene sobre la base de un crecimiento acumulativo donde los procesos de innovación y cambio realimentan y ensanchan las diferencias con las regiones periféricas
La periferia por el contrario es una región poseedora de recursos naturales explotables y caracterizada por la presencia de zonas rurales atrasadas y estructuras industriales declinantes, y un estado de estancamiento y escaso crecimiento. La periferia al subordinarse al centro recibe pasivamente las innovaciones provenientes del mismo al tiempo que renuncia a procesos endógenos de desarrollo. Además, la prefería predominantemente productora de materias primas y demandante de bienes manufactureros producidos en el centro soporta un crónico deterioro de los términos de intercambio (la elasticidad ingreso de los productos exportados es inferior respecto a la elasticidad ingreso de los bienes manufacturados importados) (Hernandez, 1996).
El centro y la periferia establecen una relación de dominación-dependencia por la asimetría de su relación. El dominio se perfecciona a través del crecimiento autosostenido del centro y se reduce en efectos económicos, sociales, psicológicos, de información, etc. sobre la periferia
[11] Región Polar: Se determina geográficamente identificando conjuntos heterogéneos que conforman una jerarquía de entidades interrelacionadas a través del flujo de actividades asimétricas. Los flujos se dirigen básicamente hacia los centros dominantes determinando áreas de intenso desarrollo, las que declinan por efecto de la distancia. Este fenómeno origina la concentración de actividades y de fuerza de trabajo en ciertos puntos, impulsa la asimetría de las relaciones determinando relaciones de dominio y de desigualdad entre áreas y regiones (Hernandez, 1996).

martes, 6 de mayo de 2008